miércoles, 14 de junio de 2017

Corona de sonetos, glosa al soneto XIX de “El rayo que no cesa” de Miguel Hernandez. “Yo sé que ver y oír a un triste enfada”





Corona de sonetos, glosa al soneto XIX de
 “El rayo que no cesa” de Miguel Hernandez.
Yo sé que ver y oír a un triste enfada

Soneto 0

Yo sé que ver y oír a un triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.

Lo que he sufrido y nada todo es nada
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esta agonía
de andar de este cuchillo a aquella espada.

Me callaré, me apartaré si puedo
con mi constante pena, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós, hasta la muerte.

Miguel Hernandez


Soneto I
Yo sé que ver y oír a un triste enfada
cuando a veces sonríe y otras llora,
oscila como un péndulo el ahora,
 a veces es remanso, otras, cascada.

Pasar de una sonrisa ilusionada,
pintada por las manos de la aurora,
a la lágrima más abrumadora
que brota del dolor en la mirada.

Se hace oscura la luz del pensamiento,
estridente, la dulce melodía
que sonaba en la voz del sentimiento.

De vacío se llena la poesía
y el lirismo se viste de lamento
cuando se viene y va de la alegría.

Soneto II
Cuando se viene y va de la alegría
lo mismo que el vaivén de la marea,
 la vida con el puño te golpea
rompiendo con su impacto la armonía.

Me duele hasta mi sombra negra y fría,
ya poco en este tiempo me jalea,
cansado estoy de tanta verborrea,
pues todo me parece una ironía.

Iré con paso lento hacia el baldío,
a páramos resecos de ilusiones,
arrastrando mi gran melancolía.

Amor, siempre serás para mi frío
como ascua permanente; a mis razones,
 como un mar meridiano a una bahía.

Soneto III
Como un mar meridiano a una bahía 
que conoce su cenit y nadir,
cuando llego ya tengo que partir,
me arrebata la estrella que me guía.

El verso se transforma en elegía,
el corazón detiene su latir,
y no encuentro el remedio, el elixir,
que cure este dolor del alma mía.

Soy solo ese susurro que no escuchas,
que pasa por tu lado y no lo notas,
el eco de una voz casi apagada

que vuela desgarrada por las luchas
con alas desplumadas, casi rotas,
a una región esquiva y desolada.

Soneto IV
A una región esquiva y desolada
me iré con mis ideas y mi canto,
donde pueda dejar todo mi llanto
y esta carga que llevo tan pesada.

Me iré sobre el rocío, en la alborada,
a donde nadie vea mi quebranto,
pues me duele la vida tanto, tanto
que está la pobre ya desorientada.

Marcharé sin mi rosa de los vientos
tras esta muda voz que dentro escucho
hacia una tierra seca y olvidada.

Acallaré el gemir de mis tormentos
y el pulso y el sentido, que ya es mucho…,
lo que he sufrido y nada todo es nada...

Soneto V
Lo que he sufrido y nada todo es nada
comparado con este sinsentido
de amar desde un abismo desabrido
que engulle mi canción desesperada.

¿A dónde se marchó la paz dorada?,
ya todo me parece estar perdido,
navajas y guadañas me han herido,
dejando mi esperanza casi helada.

Y reniegan mis ojos de su venda
con duelo y un espíritu cansado,
sumidos en tristeza muy sombría.

Es mucho lo que anduve por la senda,
mas es muy poco todo lo pasado
para lo que me queda todavía...

Soneto VI
Para lo que me queda todavía
por luchar, es muy poco lo lidiado,
me duelen las heridas demasiado,
mas sigue estando en pie mi cortesía.

No puedo soportar la tiranía,
de verme separado de tu lado,
los perros de la guerra han mutilado
mis sueños con su oscura artillería.

Si algún día me muestran nuevos rumbos,
hacia otros horizontes miraré...,
quizás calle esta vieja letanía...
.
Pero, mientras, voy solo, dando tumbos,
y añado a los pesares que tendré
que sufrir, el rigor de esta agonía...

Soneto VII
Que sufrir el rigor de esta agonía,
la ausencia de tu amor y tu hermosura,
el triste deambular de mi figura,
es el pan que me como cada día.

Mas prefiero vivir en zona umbría
rozando con mis sueños la locura
de quererte sabiendo que no hay cura
que renunciar a ti dulce utopía.

Cansados van mis huesos por caminos
que solo yo transito, despojados
de carne, piel y sangre apasionada.

Cansados van mis tuétanos, mohínos
por la aridez del tiempo, acongojados
de andar de este cuchillo a aquella espada.

Soneto VIII
De andar de este cuchillo a aquella espada
le sangran las heridas a mis pasos,
supuran decepciones mis fracasos
quedando la esperanza abandonada.

Le escuece cada huella a mi pisada
que camina a merced de los acasos,
no se para la vida, no hay retrasos,
y la parca me espera enamorada.

Retendré lo que siento aunque es atroz,
aun siendo la razón de mi dolencia,
guardaré mi cariño con denuedo.

Trataré de alejarme de tu voz
 llevando la palabra que silencia,
me callaré, me apartaré si puedo...

Soneto IX
Me callaré, me apartaré si puedo
lejos de tu presencia que es mi impulso,
me marcharé sin ti con paso insulso
junto a esta soledad que me da miedo.

Me voy con mis anhelos y mi credo,
distante de tu amor que es acre mulso;
me voy tras los latidos de mi pulso,
siguiendo a su estruendoso ritmo quedo...

Sopla el viento silbándome en la cara,
y, al mirar y no ver sin tus luceros,
su canción me recuerda mi condena.

Llevo este sentimiento mío al ara
del rechazo con signos lastimeros,
con mi constante pena, instante, plena...

Soneto X
Con mi constante pena, instante, plena,
sin siquiera un resquicio de consuelo
que pueda recordarme que hay un cielo
y me pueda librar de esta cadena,

me pierdo haciendo mutis de la escena,
planeando mi verso a ras de suelo,
guardando mi sollozo en el pañuelo
que enjuga este dolor que a mí me apena.

Y llevo mi pellejo hacia el abismo
donde mueren mis pálidas pasiones
sin dejar ni un segundo de quererte.

La vida sin tu amor es espejismo,
mas debo de partir a otras regiones
a donde ni has de oírme ni he de verte.

Soneto XI
A donde ni has de oírme ni he de verte
se dirige esta sombra que me habita,
llevando la confianza, ya marchita,
a un lugar donde pueda hacerse fuerte.

Me alejo con mi anhelo yerto, inerte,
pues siento que mi vida está proscrita,
con mi callada voz que al aire grita
los silencios en busca de su suerte.

Y mientras, me desangro por los ojos,
sin lágrimas se quedan mis arterias,
mas, amor, por tu olvido ante ellas cedo.

Me llevo mi canción y mis abrojos,
me llevo mis fracasos y miserias,
me voy, me voy, me voy, pero me quedo...

Soneto XII
Me voy, me voy, me voy, pero me quedo…,
se quedan estos versos que ahora escribo
en la sombra; sin ti ya no hay motivo
para seguir en medio de este enredo.

Soy como el triste pan, ya sin molledo,
que ha perdido su sal y su atractivo,
apenas con mi aliento sobrevivo...
Cual piedra en el camino, ruedo y ruedo.

Me voy, pero se queda este sentir
que no puedo ni quiero silenciar,
y que lleva mi herida a la gangrena.

Yo quisiera poderme resistir,
aunque quedara fuera de lugar,
pero me voy, desierto y sin arena...

Soneto XIII
Pero me voy, desierto y sin arena,
despoblado del ser que me habitaba;
ahora te libero de mi traba
sabiendo que esta grima te es ajena.

Le sobran los motivos a mi pena,
perdida entre veredas que soñaba
los días que creía que era brava,
y camina anhelante, mas serena.

Me dirijo al arcano del destino,
donde me lleve el hado caprichoso
y de este amargo sueño me despierte.

Me esfumo como el humo mortecino,
vacío, solitario, silencioso...;
adiós, amor, adiós, hasta la muerte.

Soneto XIV
Adiós, amor, adiós, hasta la muerte,
donde está la matriz de las matrices,
donde tal vez podamos ser felices
y nada a nuestro sueño desconcierte.

Tal vez allí, al final, mi tino acierte
y consiga borrar las cicatrices;
allí donde se clavan las raíces
quizá de esta desdicha me liberte.

No quiero que recuerdes mi indigencia,
ni veas este abismo que contengo;
se marcha con su cruz mi alma cansada.

Y cruzaré el confín de la existencia
sin que escuches el duelo que yo tengo;
yo sé que ver y oír a un triste enfada...

elpoetaartesano

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